Entre los viajes y las despedidas
Le quise dedicar al día de hoy la sonrisa que había
permanecido escondida entre mis labios. Me fundí en los pensamientos que
siempre busco tener y que sólo despiertan en momentos oportunos. Y lo gocé. Se
habla de que la felicidad es momentánea. Es eterna, solo que tenemos la
tendencia de cubrirla en nuestros días negativos. Sin embargo, ahí está
siempre, esperando que sus portadores despejen su camino, y aparece saludando
como una vieja amiga izando su bandera en forma de sonrisa.
La ruta
es bellísima en el camino a nada, en el camino al sin rumbo. El aire se cuela
por las ventanillas del coche con frescura campestre y en el estéreo suena
nuestra canción. Mientras el sol comienza a escocer en mis hombros no logro
entender qué me llevó a realizar este viaje. Tenía tantas ganas de verte. Los
viajes a ti te encantaban.
Desperté
esa mañana sabiendo que el destino me mostraba tantas cosas que no supe
observar a su debido tiempo. Río. Cómo me cuesta ver, darme cuenta de que todos
estos grises días no se comparan con lo que viene.
Qué
fácil me voy al pasado, tú siempre me lo decías. Pero es que es temeroso pensar
en el futuro. Llega el otoño y los árboles pasan como flechas a los costados de
la ruta. Han cambiado sus sombreros verde esmeralda para vestir otros amarillos,
algunos naranja. Preparados para recibir con sus mejores prendas al amigo
invierno. Hay que agradarle, sino el maldito es muy frío.
Sigo
riendo, como un estúpido que se encontró de cara con la vida y que ante el
asombró solo pudo reír, pero es que es tan sublime este momento. Algunas
lágrimas de felicidad bajaron a tocar mi mentón y yo sigo tratando de
comprender. Siempre fuimos tan inciertos y tan jóvenes, acompañados por nuestra
mejor amiga la casualidad. Tú no creías en ella, eras muy hermosa pero muy
incrédula.
Londres
te sentó bien, lo noté, pero el tiempo a mí no, y lo notaste. Ahora estoy de
regreso, no sé adónde, jamás pretendí llegar a cualquier lado por miedo a
decepcionarme. Además no tengo hogar, no sin ti. Solo conduzco alejándome de tus
nuevos cimientos, contento de que estés contenta, feliz por tu felicidad.
Quizás también por la mía. Esta vez me tocó hacerme a un lado y dejarte ser la
mujer independiente que siempre quisiste ser. Alocadamente tú, siempre. Pero
estoy tranquilo, el beso de despedida me tranquilizó. Siempre serás mía, aunque
hoy tu característica femineidad te haga pensar que eres del viento.
Típico
de mí, encontrarme en un cruce de caminos, decisiones que tomar. Estaciono el
coche en la banquina y me bajo a contemplar. Todo es igual, el paisaje de
Calais y el norte de Francia es hermoso pero muy estructurado. Franceses.
Me
apoyo en el capó, la fresca brisa hace que me lloren los ojos, pero no importa
no saber adónde ir. Siempre quise esto. Aún recuerdo cuando nos perdimos en
Holanda. El mejor mes de mi vida.
Otra
vez yo volviendo al pasado, vuelvo a reír. Veo mi vida en recuerdos.
Cuando el sol ya se pone entre las pinceladas simuladas en
nube y me rodea el sopor de la noche decido seguir el viaje. Sienta bien esto,
viajar, es novedoso. Nunca me conformé con desconocer y jamás me conquistó lo
cotidiano.
¿Quién
soy en realidad? ¿Qué es lo que siempre quise? Me aferré a ti por que eras muy
real, pero si el coraje me sobra y la voluntad también desconozco las razones
de por qué no lucho. No sólo por ti, tú eres mi pasión adolescente santificada
en las noches que experimentamos con el cuerpo, sino también por mis anhelos. A
medida que los kilómetros se agregan al conteo más alejado estoy del otro yo
que dejé a la deriva atado con las amarras de las anécdotas de una mujer. Ya
era otro, ya soy otro, y hoy por hoy me remito al destino y si él mismo llegara
con sus hordas de infortunios que hasta satanás se salve de mi encarada, pues
una vez por todas tomaré las astas de mi vida y la conduciré allí donde desee
llegar.
Te
amaré por siempre, pero las corrientes del camino son anti paralelas para los
dos hoy.
Comentarios
Publicar un comentario