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Hilacha.

Vuela y cómo decirte lo que hoy me pasa, por la cabeza pasa un acoplado lleno de gestos tuyos, y no sé qué estoy haciendo pero levantá los brazos,  quiero ver el desierto y saltar al vacío con los pies y labios,  y caminarte hasta ese valle en el abdomen, dejando vapor como migas en el camino de regreso a los ojos,  ojos de lago, raspándome los labios con tu empedrado de piel de gallina, y con el agua y la sal me llevo tus miedos que tienen sabor a encierro, el que nadie te entiende excepto yo, con esa hermenéutica del cagón que hace años soy y que ha visto poco y nada. Qué me importa lo que le quede al mundo si hoy por fin te tengo acá y es magia. Extrañé ser parte de vos aunque no pueda ser libre, ya no me importa, no me importa, no me importa. Te quiero ver con cada puta voluntad que me queda, porque esto no es tenerte, aunque te tenga. Extraño ser parte de vos y ya ser libre no me importa. 

Aunque todavía

Si estás ahí, un poco intentando estar en otro lugar, quedate porque te estoy viendo. A lo mejor no tenés que moverte, a lo mejor es así como debes estar. Mirá lo que sos, mirá que desordenados estamos, es evidente que hubo un aura y entendiste todo. Mirá como te desabotono la camisa, lo blanda que se hace la pared cuando te aprisiono con mi pecho casi seguro de que vas a formar parte de la pintura, prensa de humanidad, y después el empujón suave para poder respirar y tomarte del mentón y acercarte de nuevo a mí porque quizás ahora dependa de tu boca para poder respirar. Cómo piensan los años por uno, y ahora el agua está helada, me confié de estos calores precoces aunque me vine más por pelotudez que por anticiparme, pero en esta parte de la bahía no se junta tanta espuma entonces a veces las olas son un verdadero espejo y me está empezando a gustar. Que vos estés allá, punto infinito de la bruma, quedándote ahí parpadeando como un viejo faro. Me está empezando a gustar. Esta i

Voluntas ut ratio.

Época de niebla, qué lindo es curarme del olvido y volver a encontrarme una vez más. Una burbuja de mil cosas en la garganta que se licúa, se hace lágrima, se hace otoño. Se descama de la piel este recuerdo y se vuelve calle, se vuelve infancia. ¿Por qué tan lejos? ¿Y cuánto más para tu frío de nuevo quebrando mis pestañas? Cuentos de ser desconocido, cuentos de hurgar en las costumbres de las siluetas no-mías y chocarme con vos en alguna intersección del microcentro. Rasgarte la espalda, cubrirte de mundo, quererte en el vaivén de los que quieren, sin dar explicaciones. Pero volver al otro día a ser este que estoy obstinado a ser siempre que vos navegás las hojas del perdido mapa, a la distancia. Y esta escama que se hace calle se aplana y yo corro, y corro y te beso al pasar, y vuelvo a creer que al menos por este segundo sos susceptible de pertenecer, quizás, a un rincón del mundo en donde todo se entiende mediante los labios. Y vuelvo a pensar que vos lo sabés pero te cuesta c

La vida quiebra.

Se me ocurrió ponerte al lado, como ser fanático operante de las comparaciones, hubieses notado la simetría que tenías con la prisa de las bufandas y los borcegos de los ansiosos estacionales que poblaban la cuadra, como la noté yo. Y me reía, pero vos te creías que me reía con la inercia con la cual uno se ríe cuando se cruza con un conocido y está abriendo la boca para emitir el murmullo fugaz del buen día y las conversaciones sin rostro de las espaldas. Te sorprendí un poco, lo noté porque se te borró la sonrisa cuando me quedé parado viéndote sin decirte nada. Porque así es como me gusta detonar tu reloj. Soltaste el aire por la nariz, en el desesperado intento de rellenar el espacio que había quedado entre tu apuro y mi silencio. Como si todo hubiera sido diferente, como si aquellos meses del viento y el otoño desorientado vos no hubieras evitado tantas veces pasar por la alameda con el miedo de cruzarte; y hoy te olvidaste hasta de eso. Te olvidaste hasta de tus miedos, y te ol

Una para el año.

¿Cuánto puede durar una bruma si hay tiempo de sobra para matar cualquier sentencia de rutina? Y si en esa rutina uno encuentra respuestas a las preguntas del día a día, quizás sea la paja de una proyección veraniega de incontables días al pedo que me silencia bastante las ganas de artistear por la vida, cuando en realidad debería ejercer el efecto contrario. Hace mucho tiempo que siento el óxido de esa partecita de mí, y me gustaría erradicar la enfermedad (si pudiera identificarla). Después pienso que a lo mejor es de a ratos, como siempre. Entonces me llevo a niveles incontrolables de estrés y al final me lleno la cabeza de ruidos de nuevo para concluir que estaba mejor antes. Me levanto y pienso: Franco, estás donde tenés que estar. Me abrazo a la tranquilidad de que todo llega a su tiempo... Y si no? Entonces pienso de nuevo en vos y ya no sé si es un recurso para apaciguar el miedo terrible que le tengo al mañana o una forma de llevarme hasta el Franco que sentía, algo, por más m