Algo de mí


Te quedas mirando luego de preguntarme cuál ha sido mi instante de gloria. Ese que perdura por siempre en algún lugar de nuestro espíritu y que toma la forma de recuerdo, para salir en el momento en el que se exponen con suficiencia las razones para seguir adelante. Lo único que puedo hacer es mirarte y reírme, entre sarcasmo y curiosidad. Me cuesta creer que conociéndome aún creas que desconoces la respuesta. Soy el espécimen más legible en la faz de la Tierra. Pero de todas formas, me has dado qué pensar.
                Se podría decir que jamás olvidaré ese rincón en el que me senté a esperar, mordiéndome las pielcitas de los dedos. Mientras se escuchaba del otro lado de la pared alguna música amortiguada. Mis manos transpiraban, tenía frío, sentía el corazón latir en la garganta, mis pies no se quedaban quietos. Me consumían los nervios, era mi primera vez, mi gran debut. La música terminó, y otro ruido mucho más magnífico y sonoro la siguió. El momento había llegado, la espera, la ansiedad, los días que pasé tomado del mango de la guitarra y rasgando las cuerdas de forma repetitiva para tranquilizarme. Todo concluía ahí, en ese instante de gloria. Me puse de pie, escuché mi nombre, y crucé el lienzo. Un eco estruendoso me sobresaltó y entre las luces que encandilaban pude hacerme paso y observar. Aplausos, gente, mucha gente. Fue un segundo, el más corto, en el que sentí el temor más grande de mi vida, y luego tranquilidad, felicidad…tanta que podría haber derramado lágrimas al paso. Me acerqué al micrófono con una sonrisa, sin dejar de mirar a la gente que me sonreía desde las tribunas. La música comenzó a sonar, y me poseí por ella.
                Luego de mi respuesta, asientes. Es que amor, no hay delectación mayor en la vida que la música.


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