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Mostrando entradas de octubre, 2018

Continuum.

Yo siempre tuve que aprender que vos no mirabas con tus ojos. Aún así me olvidaba y volvía a buscar que algo se derramara sobretodo cuando los achinabas en una sonrisa, pero entonces en un giro te ponías a 180 grados de mí y ya no te veía la cara y bajaba la mirada por tu espalda, tus nalgas, tus piernas y llegaba adonde de verdad tenías el rostro. Esa credencial con la que te presentabas al mundo, a tus momentos de vulnerabilidad, a tu soledad y también a tus instantes de brillar hermosa y centrífuga. Girando satelital a un punto fijo indivisible debajo de tu pie izquierdo que me llevaba de vuelta a la peonza, al patio-mundo infinito de las Escolapias y acaso también años después a las escaleras del Sacre Coeur, con las violinistas, el sudor pegajoso y todo lo fantástico de un niño. Obvio que vos no sabías eso, no sé si te enteraste alguna vez, y en una de tus vueltas cósmicas lloré como un hombre, en silencio, aguantando la respiración y funcionando con un solo lacrimal. Porque ya