Hoy es un martes de analogías

Amar el frío, más cuando el mundo calla y se escucha caer la lluvia, sola, etérea, lentamente llovizna que cubre la calle. Abrir las ventanas, dejando el olor a tierra húmeda perfumar la habitación. Silencio. El mundo en su descanso, entumecido pero abrigado. Y yo con la taza de té, un lápiz en la mano, una hoja en blanco, la guitarra en el suelo, tratando de componer un Hendrix inolvidable, un Santana sublime. Termino tocando una y otra vez Wonderwall. Me quedé sin ideas, por que me quedé sin inspiración. Siempre que trato escribir algo cotidiano termino escribiendo de vos. No es por rencoroso, mucho menos por insistidor. Simplemente no encuentro algo que sea un poco más acorde a lo que entendí por amar (¿Será esa la palabra?). En su momento, que en realidad fueron muchos y que supimos aprovechar, lo sentí así de alguna forma. No te puedo echar la culpa, el amor no tiene culpas ni arrepentimientos. Todo lo que vivimos está encasillado en mí. Hoy necesito verte, de nuevo, hoy más que nunca. "Te ponés susceptible cuando llega el frío nada más, decime estas cosas un día común y corriente. Una tarde cualquiera" Eso decías, y yo me reía. "Soy cerrado, agarrate un libro de Neruda y cometelo entero" Te contestaba. Vos obviamente te enojabas y no me hablabas hasta que no te mandaba el mensaje elaborado de todas las noches.
Mirá ahora, mirá quién es el que está esperando ese mensaje. Quién es el que se la tira de poeta. Nuestro fin no fue causa de ninguno de nosotros dos. Sino del tiempo. El tiempo... el tiempo... el tiempo, que no deja de enseñar. De las decisiones que tomaste por tu cuenta y de las que yo tomé y no me arrepiento. Pero hoy te extraño. Por que a pesar de que seas de los Capuleto y yo de los Montesco, en todo lo que hago, en todos mis planes, en todo estás vos.





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