Támesis.

Hoy te vistió Londres con sus luces. Millones de lucecitas que salían de los focos y de los rayos del sol que se escondían y remarcaban los costados de tus formas. Había un rumor suave salido de lo tibio de las calles recalentadas, olor a frituras, ruidos de cubiertos chocando, violines, muchos violines. Te apoyaste en una de las barras que lindaban el Támesis, y los flashes del sol sobre el agua te iluminaban el rostro como diminutas hadas de luz que amaban rostros cansados. Se dibujó una sonrisa, pero no era como todas las sonrisas. Era una de esas sonrisas únicas en la vida con las que uno sella un capítulo. Respirabas el anaranjado alivio de haber terminado el día. Cada tanto me mirabas de reojo, y yo me preguntaba si el nuevo capítulo lo ibas a empezar con mi nombre. A medida que las hadas de luz se iban agotando, siendo arrastradas por el sol tímido que se iba a iluminar los anhelos de otros, fruncías el ceño. Y yo no quería interrumpirte. No quería. Sé bien que el aura que desprendías era un aura de encuentro, esos encuentros invisibles que uno hace con sus yo del pasado, presente y futuro. Te prendiste un cigarrillo, y ya Londres no era. Ahora todo estaba detenido en las gélidas lágrimas con las que cooperabas para llenar el Támesis. Quise intervenir, pero yo también estaba detenido. Lo único que se veía en esa existencia de mármol inmóvil y negro era una figura borrosa acercándose. No entendí por qué la mirabas sin miedo, ni siquiera te inmutaste cuando esa figura te abrazó por la cintura, al contrario. Apoyaste tu cabeza sobre su hombro de humo, seguías llorando. Entendí que la sonrisa con la que yo te había visto cerrar un capítulo no era más que la sonrisa del recuerdo. Que tus yo del presente y del futuro no existían. Que eras una extensión de los ayeres de alguien más. Entendí que a veces el único remedio para el dolor es cerrar los ojos. Entendí que yo ya no tenía nada que hacer ahí. Y corrí, corrí hasta donde mis pulmones estallaron. Eran exactamente las 22:34 cuando la capital inglesa reanudaba sus pasos. Quizás todavía vos estabas en el linde del Támesis, abrazando a esa figura, aferrándote al pasado, temiéndole al presente, descartando el futuro, lanzándome lejos de vos y de todo lo tuyo que había en las personas. Olvidando. Descansando al fin.

"But ooh, there's a little bit of me inside you."



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