Aferras.
Dame tus preocupaciones. Tenés que dejarme hacerlas papel por vos. Notas y papeles y memorándum y jirones léxicos que no forman nada. Tenés que dejarme ser el ardor que te hace consciente de la exposición, para poder de algún modo ubicarte entre estas líneas desencontradas y prometerte algo. De nuevo. Abrirte en el humo hasta mí en la psicosis perversa de escapar de las luces. Que se encienden. Y se apagan. Y se vuelven a encender. Y toman otros colores que van acordes a las miles de formas que tiene tu sonrisa. Innegablemente existió en tu piel una semilla de desierto en el seno cálido y terroso que la arrullaba. Y de esa piel fueron brotando grietas. Esa piel se iba levantando y se iba despegando. Debajo de esa piel no recuerdo. Debajo no respiraba. Pero si veía néctar dorado emanando como una fuente de vida que preconcebía una duda. Y te empapabas en esa agua vital, en esa duda, que te dejaba desnuda frente a mí. - ¿Vos me amás? Osea, no en lo cliché de las p...