Trineo.

Yo ya no sé. Yo quise entender. Nunca pude. Nunca fue fácil. Siempre supieron dónde atacar. Siempre se armaba este humo en la cabeza, en los minutos previos. Después te veía. Me contabas una verdad, y mi boca se llenaba de gusto a metal, oxidado metal. Me prestabas una mano para coser un cuento. Pero te salían de los ojos, las palabras de verdad, no eran dichas. Colores. La oscuridad se llenaba de focos de colores. Vos ya no estabas, pero sí quedaban tus ideas, que a la larga se volvían mías también. Y en el centro de todo había miedo, tuyo, mío, el de todos. ¿A alguien le importa? Ahora que sabemos, no tendría que estar. Porque sé que sabés. Porque mi voz es el silencio y tu alivio la distancia. Hipócrita. Yo.
Siempre la gente gira en blanco y negro, como una cinta de video encontrada en un campo de guerra. Es que si supieras, ¿qué sería lo primero que me dirías? Yo ya no sé. Quizás pueda saber. Dudo.
Me elevás, confluis conmigo y desembocás lejos.

Pero lo que importa, al final, es que en realidad no importa.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.