Amar es un Cordyceps.

La mujer se queda mirando mientras el mundo pasa a través de ella como un tren hecho de aire y polvo. Sus mejillas ardidas han perdido la capacidad de llorar. Desconoce sus siguientes pasos, siempre dependió de los demás para seguir. Ahora él se fue, frente a sus ojos se fue. Nunca le dio toda su confianza, pero estaba sorprendida por lo punzante que era el dolor. ¿Cómo es posible? Construir en los demás algo tan propio como la integridad. 
Las sombras se funden y todas convergen en el punto donde ella está parada. La gente ya no importa, nunca importó. No era egoísmo, sino el casco que la protegía de todos los impactos. 


No sé qué es lo que vas a hacer con tu soledad. No me arrastres a ella, no. Yo aún espero al sol.

El chico contaba sus pasos en el camino de regreso a casa. Era una galería en el medio de la ciudad que apareció por sí misma. Nadie sabe cómo llegó. Pero él la caminaba, así que era más que real.
Al llegar al término de la misma un viejo hombre se bajaba de un auto con un ramo de flores. El chico dobló a la derecha y el hombre a la izquierda. Pero no pudieron evitar encontrarse con los ojos antes de bifurcar sus caminos. Después de todo, no eran muy diferentes. Lo diferente era lo que ambos buscaban. El viejo pensaba en caminar para marcharse, el joven también caminaba, pero para llegar. Sin darse cuenta podrían haber intercambiado los propósitos. Pero por algo son las cosas. 
El viejo amó, el chico buscaba amar. Las historias de la gente terminan en el punto donde otras dan comienzo. Por algo son las cosas.

No le tengo miedo a la muerte, te juré que iba a ser vida. Te juré que iba a moverme. Te juré que acá iba a estar.

- Pensá en la hipotética tarde en la que vos y yo nos encontremos en alguna pendiente mirando el atardecer de un mundo apocalíptico. ¿Qué me dirías?
- ¿No te parece un poco extremista?
- ¿Qué me dirías?
- Que nadie debería escuchar a los demás reírse de sus propios miedos. Te arrastran a la posibilidad inminente de que los materialices y los conviertas en los tuyos también.
- Pero me reiría con esas personas, ¿O no?
- ¿A qué le tenés miedo?
- ¿Yo? A las tormentas de verano. ¿Vos?
- A los atardeceres de mundos apocalípticos.

Que sepas bien que nada termina si uno no ha planificado su final. Si dejáramos de creer que algún día vamos a morir, quizá viviríamos como si fuésemos inmortales.

Despedirse
nunca
es
fácil.

Pero... adiós mi amor. 

Y que el motor sea tu felicidad.





















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