Otra de mí.

En muy pocas ocasiones he escrito de mí, y no sé hasta qué punto dolerá hacerlo más de lo que duele de por sí. Pero la noche me agarró desprevenido. Y así como se está yendo el invierno (que por cierto, fue patético) también se me está yendo la paciencia. Quizás lo mejor sea asimilar las cosas de las que uno rehuye hasta que ya no se puede disfrazar más, y dar verdades que uno promete llevarlas consigo siempre. Y mi verdad, es una, y es que los años han pasado y el mundo se me ha hecho cada vez más inmenso, las distancias kilométricamente más largas, la carga de levantarme siempre del fondo más pesada, y la misma distancia que me separa de todo me llena de soledad. Sí, mi verdad es que me siento solo. Malparidamente solo. Tan solo que me imagino como un eco en una sala vacía, sin gente, con butacas tan vacías como yo. Esperando que alguien se interese por casualidad en lo que tengo para exponer, u ofrecer, o simplemente para quedarse a mi lado y observar la nada. Pero una vez más las mismas paredes se encierran de a poco y están frías, van congelando y rompiendo mis huesos y con ello la esperanza se va pulverizando. ¿Cómo esperar que alguien me encuentre en este prensado de cosas en el que estoy inmerso?

Hay días en los que me siento un rejunte de historias ajenas, un producto de anécdotas que fueron hechas para olvidar. En ese olvido de los años al que la fuerza centrífuga del cambio nos condena a aquellos de los que puede prescindir.

Me enamoré una sola vez, creo, por que hablar de amor a veces es como hablar de Dios. Lo único cierto en eso fue mi plena disposición a perderlo todo. No perdí nada, pero a costa de herir a muchas personas. Hasta el punto en el que me sentí tóxico, y desde entonces no he vuelto a ver al amor de la misma manera. Hubiera dado todo por que me dieras más que esa sonrisa sostenida una vez, en la que no hizo falta decir nada. Hoy me pone muy feliz verte feliz, verte donde querés estar, aunque siempre me atormente la duda de si de verdad querés estar así. Ya elegiste un camino muy lejos del mío, pero hay dolores que son inevitables de extrañar.

Me da mucha bronca empezar a escribir de mí y terminar escribiendo de vos. Como si fueras con absolutamente todo lo que hago. Cuando en realidad terminaste siendo poco más que una enseñanza. Pero es verdad que cuando la suerte gusta de jugar con los dos y nos reúne en algún lugar vuelvo a los años de antes. Y vos vuelvas a matarme como siempre. Sonriendo. Te odio. 














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