Globos para Navidad.

El cielo elevó su grito final y la herida se abrió justo en el punto en el que el horizonte besa al centro de la ciudad. Y la gente se saluda, y se abrazan. Algunos miran hacia la herida celestial pero en plan de goce. Mientras las pobres estrellas sangran colores, y fuego. Algunos perros aúllan. Quizás ellos y yo seamos los únicos que pueden sentir el dolor desgarrador del cielo. Pide clemencia. Las púas de la hipocresía son buenas voladoras. Hieren. Y son heridas irreparables. Mientras todos hablan de una nueva fe, un nuevo año, uno viejo que se va, te pido perdón, porque yo todavía me pregunto si a vos te seguirán gustando los globos y el Mantecol. 

Y te extraño, por sobre todas las cosas.

Otro año más sin vos.







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