Azuleléctrico.

Oh, almohadas de acero y lecho de cobre,
Que todos duermen amedrentados en las noches del brillo,
Y estamos sin nosotros cuando el reloj da las seis.
Suena a guitarra rota y teje un suéter dorado y amarillo.

Ya este jardín no ama sus flores,
y no las abriga, te puedo jurar que he visto como tiritan,
con el frío de las aguas, cuando se pierde en tus jazmines azules,
no es que me pierdo yo.

Días que son condenas, condenas diarias que se llevan ideas,
Que después le ganan juicios indefendibles,
A los dos marrones que trastabillaron para no verte,
no ver a tus jazmines, que parecen siempre tan azuleléctricos,
que dan corriente.

Todos saben que olerlos es veneno, pero hay muertes que son vida,
si por debajo de esos jazmines corre el viento cálido, y humedece,
a estos semicirculares desiertos secos,
Que alguna narcótica vez te invitaron a recorrerlos.

No te limites a dormitar, no es ésta tu soledad,
es la del tiempo y de los años,
sigue regando esos jazmines azuleléctricos,
que con el agua y la sal aumentan su olor,
los quiero oler, los quiero oler.

¿Por qué estaré tan seco?











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