---Parte 2---


Lo cierto del caso es que terminamos en una guerra épica de sábanas y almohadonazos, en la 14 del hostel "Primordial". Antes de que sacara a relucir sus palabras ganchudas y hacer las preguntas personales que matan cualquier mística.

-¿Sos así siempre?- Me preguntó. Acomodando su cabeza cerca del lunar en mi cuello. [Convirtiéndolo en el sitio que busco evitar con la mirada cuando me observo en algún espejo]

- ¿Así como?- Le pregunté.

- Divertido en lo previo.- Me dijo

- A lo mejor es para repuntar un poco lo malo que soy en la cama.- Le dije, y ella esbozó una sonrisa.

Y las horas pasaban en un caleidoscopio de humo y vapor. Convertimos el cuarto en una hoguera estática, pero el fuego no se veía, pues existía debajo de nuestra piel.

Así llegó la mañana, y las cuatro mañanas después de esa. Tangerine roncaba, pero no era un ronquido pesado sino suave, como una caricia que salía de algún lugar en sus sueños. No le había prestado atención a sus pestañas, formaban perfectos abanicos arqueados, y un mechón de pelo reposaba en uno de los costados de su nariz. Luego vino lo casual, y recordé por qué estaba en ese lugar.

Necesitaba irme de ahí, estaba al borde del colapso. Los días encerrado en ese cuarto estaban enraizando mis pies y sin darme cuenta corría el riesgo de anclarme al hostel, de anclarme a Tangerine, de anclarme a lo primero que de verdad sucedía en mi vida. Y me aterrorizó. Le eché una última mirada, le di un beso despacio en el párpado de su ojo y confirmando que estaba en el sueño más profundo, tomé mis cosas y me fui.

No sería la última vez que la viera.









Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.