Orquesta.
No sentía más de lo que creyó poder sentir alguna vez, y si su angustia hablara lo haría en boca de la distancia. ¿Qué es el tiempo sino, más que un maldito y frío devorador de cambios? Él, que creyó siempre estar igual, ella, que creyó que siempre serían los dos. En palabras que ninguno dijo, imaginaron escenas que no fueron. Y él pensaba que estaba bien que esta vez por ser la última tenía que quedar algo de su rouge en la camisa, a la altura del hombro, para que marcara el final de una despedida. Lo cierto es que los días le pasaban página y eso se notaba en sus manos quebradizas y sus ojos embolsados.
Pero siempre supo oír canciones cuando estaba sordo, leer sus cartas cuando estaba ciego, enamorarse siempre que buscaba soledad.
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