Creo que te estoy construyendo con mis propios recuerdos. Hago la carcasa de memoria endurecida y la relleno con imágenes distorsionadas para que creas que son de verdad. Trastocando el despertar de una idea nociva para llevarte, como la marea, hasta lo más profundo de un ser que ahora soy yo. Si hoy te cansa un poco esto de que hablemos con simbología cifrada es porque tengo que confesarte que verdaderamente no quiero divertirte. Aunque ya no me hace falta taparme con más enigmas para causar en vos una impresión certera, es como que tengo la necesidad. Es como bailar en esta multitud frustrada que me choca los brazos al caminar. Entre tanta simplicidad no se encuentra más de lo mismo. Y no quiero divertirte. Quiero soprenderte. Quiero sacarte el aire. Quiero dejarte muda. Quiero distinción. En tu vida. En vos. La flor de loto en un estanque inmundo. Quiero la belleza en la suciedad. Quiero hacerte el amor, repetidas veces. Entonces quiero dependencia corporal. Entonces q...
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Lo escribí anoche en tu cintura.
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Máxima altitud. Que siempre hay vos en lo que digo. Umbral de quietud entumeciendo el soñar. Despertar entrelazado de satén. Guitarra resuena y llora. Hoy no te veo beber el néctar. Somos señal pulsátil. Intermitencia feroz. Somos años. ¿Cuál es el rincón que escondes? Trozo de sol vencido al nublar. Alto vas, cometa del viento. Alto vas, lloviendo sin cielo. Alto vas, con alas de mimbre. Lejos de nubes y de la voz. ¡Que no calla! No, no, no, no. No quiero que te llames al silencio. ¿No ves que desespero, por un segundo más con vos? Sexo. Mujer monumento. Timidez. Calor húmedo empapa el lecho. No me alcanzan los ojos para mirar. Todo lo que quiero. Está en tu piel. Escarbo más adentro. Hasta donde llega la tristeza y la soledad. Y a contraluz lo vi. En las sombras. Cómo era tu pasado. Salía de tu cuerpo. Y fuiste sólo mía. Sí, te digo la verdad. Fue tu hora más prohibida. ¡No te desanimaste! No. Ya soy vos. Qué lindo es estar, donde tengo que estar...
Gitana.
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Te vi en este espacio que hice yo, zapateando fuera de vos y diciendo en un acento arrastrado la última palabra que escuchaste. Girás y es como si los haces de luz de arriba cayeran decididos a pasarte sus manos indivisibles por la cintura, la barbilla, tus dedos estirándose con tus brazos, tu entrepierna, todo danzando en una coreografía circular ingeniada por las espirales de tu pollera. La mitad de Almería me rodea en este preciso momento. ¡Qué Junio para recordar! A sorbos de cerveza caliente, en pulperías de esquinas lúgubres de lugares a los que los caballeros suelen ir a sufrir la metamorfosis más porcina. Y terminar intentando bailar al grito de castañuelas afónicas y voces punzantes que sólo saben cantar de melancolía. No tuve a quién llevar pero tengo a quién traer, porque antes de tus amarronados guijarros yo sólo me arrastraba por la errante marea. Desde el momento que escuché el primer flamenco mis pies pesaron miles de súplicas de detenerme un tiempo indet...
La respuesta que siempre tendría que haberte dado.
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Creo que así fue, que el duende que se arropa al abrigo de la consciencia ayer se calló. Se calló por largas horas dejándome al desnudo de la penumbra nubosa de un sábado común. Tuve que elaborar un mapeo existencial porque de lo contrario el silencio me volvería loco. Miré a mi alrededor y caí en la cuenta que hacía mucho tiempo que había perdido todo aquello que era mío. Tantas veces me vi al espejo sin mirar. Será que prefiero quedarme con la imagen del que solía ser. Tanta tierra echada encima de lágrimas que formaban barro tibio. Un barro perfecto que me escondía. Pero sólo ayer, sin el duende, comencé a recordar todo lo que siempre reclamé de mi propiedad y fue cuando caí en la cuenta; en la dolorosa y punzante cuenta, de que no hay nada de nadie sino todo del tiempo. Ese todo en el que los tipos como yo que piensan mucho ven a los demás concretarse. "Oh sí, qué autosuficiente sos". Me abracé a la posibilidad de que la gente se sentía obnubilada por la independencia...
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Traté de pintar algo que engalardonara la circunstancia, pero la mancha negra amorfa volvía a los papeles nuevos y limpios, desparramada a lo ancho del blanco luminoso. Esperaba que llovieran los colores de mi cielo cerebral, los mismos que llovieron ayer para que simularan el retrato de algo de verdad. Quizás originado por el nudo esofágico de un estrés citadino. Me quedé lo que dura un siglo grabando en mi memoria cada uno de tus contornos, con la excusa de que si no lo hacía podría llegar a olvidarme de vos. Pero aunque sabías que eso no era más que un paupérrimo intento de sofocar mi inexperiencia con altanera pretensión de observador culto, te quedaste mirando al punto que te señalé, sin decir una palabra. A ese punto en donde el sol se encaprichaba con tu costado derecho. Está bien, tengo que aceptar que algo tengo con los costados, pero no sólo los de los cuerpos, sino también con esos pocos milímetros en los que el cristalino de los ojos hace transparencia con la invasi...
Aeropuerto lagrimal.
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Cava, siembra, ríe y sol. Me das versos sin luz, y esperás que los pinte, de la sien brilla el rojo, de la boca el bordó. ¿Qué pseudolibertad enturbia la fe? Si es así y yo un frasco lleno que cree, te cree, se cree a sí mismo y perece, sin tiempo, sin cadenas, sin mensajes en botellas ni en manos de mujer. Pero qué veleta más hermosa la de hoy, que se deja volar hasta una infinidad gestual, silenciame con más silencio si te animás, porque no de dos siempre se hace uno, a veces uno es uno y otras veces sólo azar. Más si tendrás ganas de hablarme de nosotros, esta veleta no se va a oxidar, porque está en el techo inalcanzable, a no ser que sepas aterrizar por encima, no vas a llegar. Viajé al techo barroco al reparo de un burdel, de París o de tres cigarros y noche perdida, glamour siniestro de esperar ese té, que esperan los que saben que el riesgo es mayor, pero corren y lanzan. Lanzan... la carnada. El acorde perfecto del a...
Atalaya.
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Han tapado el rumor de las olas con una almohada gigante e indivisible. No hay forma de que esté pasando desapercibido para vos si no fuera así. Yo la veo, es una almohada con forma de niebla. Hay salados y roncos gritos de un arrecife gris quejándose por ser golpeado por el agua fría. No sólo el arrecife está gris, y en esto hago incapié porque sos de esas personas que ante el mar no pierden la oportunidad de empaparse con sus colores. Pero yo sé, algo ha cambiado en tu forma de ver el mundo. Es como si hubieras corrido una luz que de verdad te hacía ver increíblemente sublime, sólo porque te molestaba su halo. Y espero que si alguna vez te enteras por algún medio que vi absolutamente toda la escena no pienses que soy un tarado haciéndome la pregunta más retórica de los siglos: - ¿En qué estás pensando? Como si no supiera, como si no intuyera, que todo lo que te preguntás no tiene respuesta alguna y que siempre vas a llevar la incógnita hasta que sea completamente ridícula y pase ...