La respuesta que siempre tendría que haberte dado.

Creo que así fue, que el duende que se arropa al abrigo de la consciencia ayer se calló. Se calló por largas horas dejándome al desnudo de la penumbra nubosa de un sábado común. Tuve que elaborar un mapeo existencial porque de lo contrario el silencio me volvería loco. Miré a mi alrededor y caí en la cuenta que hacía mucho tiempo que había perdido todo aquello que era mío. Tantas veces me vi al espejo sin mirar. Será que prefiero quedarme con la imagen del que solía ser. Tanta tierra echada encima de lágrimas que formaban barro tibio. Un barro perfecto que me escondía. Pero sólo ayer, sin el duende, comencé a recordar todo lo que siempre reclamé de mi propiedad y fue cuando caí en la cuenta; en la dolorosa y punzante cuenta, de que no hay nada de nadie sino todo del tiempo. Ese todo en el que los tipos como yo que piensan mucho ven a los demás concretarse.

"Oh sí, qué autosuficiente sos".

Me abracé a la posibilidad de que la gente se sentía obnubilada por la independencia espiritual. Positivamente impresionados. Y basé todo mi show en esa premisa. Un show de mentiras que me llevó a la contradicción más grande.

Son las cosas de vivir.

La única verdad es que la autosuficiencia es una estúpida y engañosa harpía que asusta a quienes alguna vez he amado, y amo. La autosuficiencia es la elección consciente de la soledad.

Ahora me di cuenta. Ahora sé cuál fue mi error. Vos querías que te necesitara, vos realmente querías ver en mí alguna debilidad, algún signo de humanidad en este cuerpo de acero inoxidable. Vos te sentías muy sola, y yo creía que buscabas una soledad complementaria. Te mostré la mía y al principio te gustó, o te llamó la atención. Pero luego te asustó. No veías en mí necesidad alguna. Y de a poco te sumí en mi pura e ignorante soledad. ¡Qué estupidez! Cuando yo pensaba que te enamoraban mis conocimientos del mundo en realidad no pensabas en otra cosa que en que me callara y te abrazara, o te diera un beso, o te dijera que te necesitaba y que siempre te necesité con todas mis fuerzas.

Que nunca fuiste mi debilidad, sino mi fortaleza.

Y ahora que lo sé, ya es tarde. Porque nada es mío y todo es del tiempo. Ahora que lo sé, ya no estás más dividida en vos y en mí. Te asustó darme "tu mitad". Soy una criatura inmunda y cruel. Digo que le tengo miedo a la soledad cuando en realidad todo lo que hago la invita a despertarme y a dormirse una vez más a mi lado.

Sólo los dos supimos lo que nos necesitamos. Y la culpa fue siempre mía. De darte silencios a cambio de compañía.

Ahora tengo tanto para decirte y tan poco de vos.




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