Aeropuerto lagrimal.

Cava, siembra, ríe y sol.
Me das versos sin luz,
y esperás que los pinte,
de la sien brilla el rojo,
de la boca el bordó.

¿Qué pseudolibertad enturbia la fe?
Si es así y yo un frasco lleno que cree,
te cree, se cree a sí mismo y perece,
sin tiempo, sin cadenas,
sin mensajes en botellas ni en manos de mujer.

Pero qué veleta más hermosa la de hoy,
que se deja volar hasta una infinidad gestual,
silenciame con más silencio si te animás,
porque no de dos siempre se hace uno,
a veces uno es uno y otras veces sólo azar.

Más si tendrás ganas de hablarme de nosotros,
esta veleta no se va a oxidar,
porque está en el techo inalcanzable,
a no ser que sepas aterrizar por encima,
no vas a llegar.

Viajé al techo barroco al reparo de un burdel,
de París o de tres cigarros y noche perdida,
glamour siniestro de esperar ese té,
que esperan los que saben que el riesgo es mayor,
pero corren y lanzan. Lanzan... la carnada.

El acorde perfecto del aire va,
que tu voz llegue siempre más allá,
ayer los fantasmas no se quedaron quietos,
te pidieron que tu risa sea su himno fiel,
y que tus ojos sean siempre un aeropuerto.

Que tus ojos sean siempre mi aeropuerto.
Aeropuerto lagrimal.

Cava, siembra, ríe y sol.
Es tu versión sin luz,
pero atrapada en blanca red,
saturación neutra,
voz pulcra y letal.






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