Atalaya.

Han tapado el rumor de las olas con una almohada gigante e indivisible. No hay forma de que esté pasando desapercibido para vos si no fuera así. Yo la veo, es una almohada con forma de niebla. Hay salados y roncos gritos de un arrecife gris quejándose por ser golpeado por el agua fría. No sólo el arrecife está gris, y en esto hago incapié porque sos de esas personas que ante el mar no pierden la oportunidad de empaparse con sus colores. Pero yo sé, algo ha cambiado en tu forma de ver el mundo. Es como si hubieras corrido una luz que de verdad te hacía ver increíblemente sublime, sólo porque te molestaba su halo. Y espero que si alguna vez te enteras por algún medio que vi absolutamente toda la escena no pienses que soy un tarado haciéndome la pregunta más retórica de los siglos:

- ¿En qué estás pensando?

Como si no supiera, como si no intuyera, que todo lo que te preguntás no tiene respuesta alguna y que siempre vas a llevar la incógnita hasta que sea completamente ridícula y pase a la nube metafísica de una realidad... tan tuya.

Pero mientras yo te veía gris vos llenabas espacios del silencio con eufemismos de que la vida sigue y que el mañana recibe lo mejor. Siempre voy a tener este sentimiento de que la única persona que te entiende soy yo. Y es una condena, porque al creer entenderte creo entenderme a mí mismo. Somos tan recíprocos, tan principio y final, y... ¿cómo es posible que a veces no seamos más que dos seres que se extrañan hasta el dolor?

Y es esa pérdida la que estás velando quizás ahora, mientras han apagado los sonidos del mar. Porque si me perdés a mí te perdés a vos. Porque de lo que te dije no volviste, y ni siquiera fueron una carnada predispuesta a tenerte aguantando en este limbo mío. Fue el hecho de que nuestros ojos se encontraran, de que sin rozar más que esa mirada eterna llegué hasta lo más cálido y acogedor de tu alma, y vos a la mía, y la conciencia de que lo habíamos hecho. La conciencia de que estábamos marcados para lo que durara un viaje. La seguridad de que eras mi rescate más preciado. La simpleza.

Lo que construimos es más grande que la simple suma de dos.

Días en los que compartíamos las mismas playas grises. Días. Días. Días.

Que ya no están.

http://www.youtube.com/watch?v=asuJU9QlNQI


Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.