Rollercoaster.

Los días aletargan la luz del sol a medida que se acerca el estío pero la brisa aún sigue fresca por las mañanas, como si el invierno no quisiera partir sin dejar algún rastro de lo que fue y será. No quisiera creer que conozco todo de vos, solamente sé por tu rostro que la mañana son tus horas del día. Hay algo de su magia que te eleva, la novedad de otro día en la vida. Y esa manía de poner el lado derecho de tu cara al sol matutino y sonreir de a poco mientras los minutos se van gastando en tu reloj de arena, que no tiene nada que ver con mi tiempo. Tenés tus leyes, vivís tu mundo, crees tus cosas y amás hasta donde la luz no llega. Pero el mundo que vivís a la fuerza quema y derrite tus alas. No hay lugar para quedarse, no hay lugar para escapar. Y sos vos de nuevo contra el viento, en una carrera que de a poco vas perdiendo y te deja vacíos los pulmones. Te voy conociendo, me vas conociendo, y creo que podemos menguar nuestro apuro si te mantenés unida a mí para correr a la par. Por lo menos, que el esfuerzo sea compartido. Y sí por arte de magia nos cansamos y decidimos parar, nos miraríamos a los ojos para descubrir que ya no estamos solos. Que somos vos y yo ahora. Que estamos listos, y que estamos bien.


Que a pesar de todo, estamos bien.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.