Azufre.
Todo un sinfín de imágenes inanimadas que pueblan un horizonte llano de luz. En cada parpadeo la respiración entrecortada y a cada paso se matan los metros restantes para llegar a la cima y desplegar los brazos. Respirar hondo. Este es el mundo que caminas, entra y sale de tus profundidades para alzarse al último viento de una eternidad que se lleva cada fragmento del tiempo, para dejarlo liso como el infinito. Y allá donde las montañas se abrazan bajo el manto blanco de la nieve no queda más que expectativas para cumplir. Es el camino que toca recorrer, y no tiene fin.
Caí en los dominios de un rey antiguo de cetros oxidados, y no es la primera vez. Todo siempre parece estar igual. No hay hebra de palabras que salgan de las bocas supremas que no las conozca ya.
Caí en los dominios de un rey antiguo de cetros oxidados, y no es la primera vez. Todo siempre parece estar igual. No hay hebra de palabras que salgan de las bocas supremas que no las conozca ya.
Esto es degradarse a uno mismo.
Y las sombras y los fantasmas llegan para regurgitar recuerdos perdidos en el limbo, y los transforman en mensajes que sólo oyen aquellos que saben oír.
Mientras el mundo acalla y los corazones laten con fuerza. Se acerca un vendaval y el refugio es el silencio.
Es el todo de lo poco que nos queda.
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