Reciprocidades.

Hoy parece que todo está puesto para mi asombro. Se ve a lo lejos su mano dándo vuelta páginas amarillentas que combinan con sus uñas color perla, y sus labios y su ceño se fruncen pero no pierde su aura de mujer atenta. Y yo la observo, y parece que ella se está dando cuenta. Se acomoda el pelo para que la vea mejor, ama ser adorada. ¿Y cómo si no? Es bien merecido. Mi cerebro se oxigena y las cosas que tenía para decir se perdieron en mi sien. Se abre paso entre las nubes un rayo débil de sol que va a parar directamente a pocos metros de ella y deja en evidencia que no soy el único que la está observando, perplejo.

¿Qué historias estará leyendo? Quizás sea ese tipo de libros de auto-complacencia que la ayudan a sostener su ego, o sólo sean historias que la hacen volar más allá de este mundo, y de mí. Un dejo de recelo inexplicable me infunde, pues está bien en claro que jamás será propiedad de alguien excepto del universo. Maldita inmensidad.

Cerró el libro. Mi corazón dio un salto. Levanta sus ojos, mira enfrente de ella y luego sí, gira a su derecha y me ve. Sostiene la mirada. Yo también pero no por seducción sino por un hecho de congelamiento. Sus glaciales labios se iluminan y me esbozan una sonrisa. Mis pies caminan por sí solos y ahora se dirigen hacia ella. Me acerco a pocos centímetros para recitarle en voz alta:

- "¿Por qué soñamos con viajes a través del universo, el mismo no estará adentro de nosotros?". Debo haber estado esperando este momento por siglos.- Le dije.

- Entonces no desilucionemos a las casualidades.- Me dijo.

-¿Y si no son más que un espejismo de nuestra soledad?- Le pregunté.



- O un punto final a ella- Me contestó.





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