Dar forma transforma. Mirá cómo va cambiando, el paisaje. Aunque estoy lejos de una casa que recuerdo, estoy encontrando, algún familiar recoveco. Y espero el sentido, tiznando el momento, llenándolo de lucecitas flotantes, y dándole forma, hermosa forma, de despedida. No conviene, ninguna espera, ningún regreso alguna vez fue justo. Y si el mundo se alarga mi amor, si los encuentros simultáneamente sumaran kilómetros, y se acumularan los fríos en el vertedero de lo insignificante. Si una palabra dejara de ser cálida, y desapareciera para siempre la capacidad de la risa. Abrí tu mente, abrí sabiendo ilusoria, la ilusión de la permanencia. Y quedate conmigo, en algún fragmento del viaje, en algún tiempo lindo, de día, de noche, de tarde de lluvia a cántaros, y cielos indecisos de sol incandescente. Para que veas la prolijidad, del mismo mundo que unos ojos envejecidos han construido, sobre cosas que no e
Una vez escribí en los escombros de una ilusión que de ellos podría nacer una buena razón para limpiarlo todo de infortunios. Y ahí mis ojos inquietos se encontraron con los tuyos. Me costó un tiempo darme cuenta qué era lo que querían decirme, por qué estaban puestos ahí. Pero lo complementaste sonriendo, y fue cuando te conocí. [Paz, me transmitís paz].
No es la primera vez que me arruino así. No cuento con las manos las veces que perdí el aliento buscándote en recovecos del azar para ver si en un golpe de suerte se te soltaba una palabra. Una poesía. Un verso. Un momento. También he de admitir que el apuro me llevó a dar vuelta la cara cuando pretendías sostener la mirada para sacar algo de mí que probablemente no te podría dar. Pero llega la noche y se detona el arrepentimiento y florecen las ocurrencias de las tantas cosas que las manos retorcidas del miedo expropiaron de mis labios y jamás te pude decir. Y aunque quisiera poder decir que aún hay tiempo, he llegado a aceptar que el tiempo y yo vamos en direcciones opuestas. Después de todo, siempre fuimos tan propios de creer que habíamos llegado a la gloria y que la carretera nos deparaba los mismos caminos, que nunca le dimos importancia a nada más que a mí amor por el arte y a tu glamour de rouge y Bailey's. Y en colillas de cigarrillo que se desintegraban como nues
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