Del desierto ya poco me queda.



¿Quién sabe mañana lo que este viaje hará de mí? Ni siquiera sé adonde voy, o qué voy a hacer una vez que llegue adonde sea. Pero, ¿vivir mi vida entre los barrotes de este sitio de mala muerte?. Entre cafés y galletitas de limón, de una serie de incontables mañanas, se forja la idea de tomar el primer tren. Mis pies inquietos necesitan caminar. Mis días en la "Prisión" transcurren como una historieta, cada escena con su argumento pero sin salirse del marco. Le gané la pulseada a la soledad y la adherí a mí como una sabia compañera. Yo sigo mi camino, y trato de no voltear la mirada para que no haya nada que me haga quedar en este desierto. Y si en este loco intento de auto-conocerme te llegara a echar de menos, a ti que lo sabes más que nadie, recuerda que no hay frontera para el que sabe cómo llegar y tú sabes bien cómo y con qué llegar... a mí.

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