Lo que escribí en tu frente.

De que te recuestes al lado mío.
De que me ayudes a desprender el reloj.
De que después te rías despacio para distraerme del hecho de que me acaricíás los dedos.
De que me respires cálidamente en ese espacio entre el cuello y la barbilla.
De que de la mano bajes tres dedos a mi antebrazo, luego a mi brazo.
De que hagas una pausa en mi hombro.
De que abras como un abanico la otra mano y me acaricies la nuca.
De que te mojes los labios y me hagas una exposición de pestañas.
A un centímetro de mi aliento.
Y después mojes tus labios, de nuevo.
Y después me digas que ya nada te detiene.
Y después me des un beso en la punta de la nariz.
Que orientes la ráfaga entrecortada y húmeda que sale de tu boca hacia abajo.
Que ya a ese punto te sinceres y me digas en un beso que te gané, en esta guerra de orgullos y sábanas recalentadas, y yo proclame mi victoria devolviéndote los labios que regresaste de adentro de tu boca. Una vez. Y otra vez. Y otra. Como si de adentro pudiera sacarte la verdad que necesito. 

Siempre me cuelgo hablando del tiempo. Siempre soy yo en contra del tiempo. Es que el tiempo nos vuelve locos, por que él sigue corriendo cuando nos detenemos. Siempre nos va a ganar la carrera. Él nunca se cansa. Y corre, corre. Hasta el día en que de un salto alcanzás la meta. Y tu tiempo igual te gana. Pero ya no es importante. Ya el tiempo no existe. Ya dejó de existir de algún modo. 


[No sé si te lo llevaste con mis besos, o con el reloj que me ayudaste a desprender.]

No te adoses del tiempo, SEAMOS el tiempo. 

Seamos el vapor del té con alfajores de miel.
Seamos la tarde de otoño en la que ese té nos queme el paladar.
Seamos la música que toma cuerpo en vos, y la voz que toma cuerpo en mí.
Seamos lo que quieras que seamos.
Pero seamos.
Por que el día que no seamos.
Ese día.
Voy a saber que nunca fui lo que fui.
Que nunca fuiste lo que fuiste.
Que ni vos ni yo fuimos.
Y así, sin haber sido.
Todo lo que fuimos no estará.
Se hará la fantasía del que ahora te imagina en su almohada.
Del que te extraña, alguna vez.
Y el "seremos", un rezago de lo que pudimos ser. 

Para ser, no más que la nada.
Y pasar mi vida como si hubieras sido.




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