Hojarasca.

¿Cómo parar la sudoración de las manos, mis latidos que arrancan con el disparo de iniciación la carrera más importante de sus vidas, o mi aliento que ahora sale frío, congelado por el nerviosismo y la ansiedad? Y suena la música más increíble desde las épocas de la lira de Orfeo. Y las pupilas se dilatan con la velocidad que usan las gotas para escarchar el césped amarillento de Julio. Y vos estás allá y sé que también la escuchás, por que veo cómo tu piel danza en la luz de alguna luna. Las estrellas esta vez están tímidas y dejan de aparecer pero no lo hacen tus pasos al correr por las calles del Campo de la Memoria, donde me encontrarás tratando de apagar mi desasosiego con algún relato de magia y de duendes y de olvidar.

Mayo llega a su fin con un cielo blanco de tierra y el augurio del viento, y sigo donde busqué estar. Pero con la incertidumbre de no saber si en verdad estoy buscando encontrarte o encontrarte al buscarte. Al soltar risas meticulosas, al tratar de no quemarlo todo en un arrebato de inseguridad. Jamás dejaré de ser un acróbata en el equilibrio de una soga que a duras penas logra sostenerse. Pero de algún modo extraño esta vez ya incorporé el dolor de la caída, y sé que no me tomará por sorpresa.


Sin embargo no puedo explicarte la euforia con la que logro matar las horas de este otoño en tu ausencia.

Podría volar si así lo deseara, por que no me faltan huecos en los huesos para alivianar la carga que tira el arnés de mi mundo, y quizás también del tuyo si es que chocamos alguna vez. Soy así, vos no me hagas caso, y más en las noches de salvajismo cuando me siento a fumar la pipa de mis glorias y mis fracasos.

Y soltarte despacio en el humo, viendo cómo te convertís en un anillo, y te desintegrás con mis minutos. Introspecciones que son el cáncer de las buenas reflexiones. Para verte es necesario verte, por que ya mi mente me pide realidad.

Pero darte fantasía me suena más claro, pues es en esa fantasía donde en verdad estoy, a la expectativa de una voz que me traiga de regreso a los días que pasarán.

Perdí mi cabeza cuando chocó con las olas del mar, perdí mi lengua cuando el agua salada llenó mi garganta, perdí el rumbo cuando la arena embarró mis pupilas, y sin pies y sin mapa llegué hasta la orilla. Me incorporé y te vi, radiante en el sol, como un atisbo de esperanza en un abismo de guerra, y creo haber tomado tu mano y haberte besado ahí mismo, en ese lugar tan lejos de los dos. Y me parece que de las rocas nació un bosque. Pudieron haber pasado las épocas y los reyes y los paisajes y los acertijos que escribía con mis labios en tu frente...

No me pidas que me despierte, no me pidas. 

Pero acá estamos justo en el límite donde mis mundos se enraízan por fin, y te quiero mostrar,

que sólo despierta aquel que cierra sus ojos.














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