Acá, desde lejos.

Solía ser evasivo, coleccionaba lazos para taparme los ojos y no ver. La seguridad, tardé en darme cuenta que la imagen se revelaba en mi interior y no en el mundo. Hasta el día en que te pusiste enfrente de mí mientras yo le cantaba a la sombra de un árbol desnudo. Las notas de mi boca se encarnaron con lo húmedo de tu aliento, como algo recíproco, algo que no puede existir sin lo otro. Tan arraigado a eso que sentía que la soledad podría arrancarme hasta las vísceras. Y no fueron sólo nuestras bocas las que se saludaron de cerca, sino también nuestros ojos, que intercambiaban brillo por pestañeo retenido.


Tenés que saber, que suelo no darme cuenta en las noches indómitas de tu necesidad de protección y la facilidad en la que mis brazos se enfrían cuando rozan la nada.

¿Qué sería de los destinos si rompiera los caminos hoy? ¿Si me quedara sentado frente a los pintores de la alameda que tanto esfuerzo hacen por darle arte al anti-arte? Sobre todo, dudo lo que sería de mí si el arte careciera de vos. Ese arte al que le he garantizado mi perpetuidad, que de algún modo oxigena mis delirios y los convierte en sueños. No es demasiado color para tu cabeza tan autómata, aunque tampoco es demasiado gris en tu paisaje para que no me sienta tentado a apostar.

Por que ya ves, la suerte que me ha traído el azar que sin darme cuenta he convertido mi vida en un péndulo. Uno de esos que van del "sí" al "no" y que en el medio en letras pequeñas una mano escurridiza trazó un "tal vez". Sin embargo, como todo péndulo, está regido por el tirano y el Dios, el pecador y el santo, el que hiere y cura. Ese que te ha ahorrado con su frenesí tan propio los días de verano que aún quedaban, guardándolos en su bolsillo para cuando toquen mejores cartas. Y entre el espiral del tiempo, yo siempre ofreciendo resistencia. Pues te quise esperar, pero no como se espera cuando se espera, sino esperar en la confianza de encender los focos y que en la luz difusa, con un poco suerte, te ensucies los párpados con el polvo de mí, los restos, mis fragmentos, mi memoria, lo que siempre queda cuando ya no hay nada que pueda quedar.

[Reconstrucción]

De promesas,
de vos,
de mí,

de ese "esto" del que tanto nos quema los labios hablar.







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