Madagascar.

Quise por todos mis medios escribirte un soneto estúpido,
pero es que a veces no sé si cabemos los dos,
impía como es la fe de tu locura,
difundiendo tu sabiduría pasional con premura.

Y yo nunca dejé de ser un básico mortal,
que se dejó confundir por tu omnisciencia,
¿pero qué me podés prometer? 
Si ya lo he visto todo y no he cambiado nada.

Pero es que hoy me tenés tan endeble,
que se me acabaron las líneas poéticas,
y a tu antojo me enloquece ser tu marioneta,
sin piedad, con suavidad pero sin ética.

Lo idóneo y lo incorrecto,
me llama desde adentro y quiere salir,
y sos una Medusa de bajo standard,
pero yo un Perseo sin cuchillo ni espada.

Condenado a mirarte todo el tiempo,
olvido que es tu arma mortal,
es que ahí en la almohadilla de tus labios,
pude jurar haber llegado a otro mar.

¿Y si yo te condeno con mi canción?
Si te canto despacio buscando embrujarte,
un embrujo de voz,
enclaustrados entre paredes de humo y botellas de ron.

¿Y si la noche se vuelve loca y adelanta el amanecer?
Somos dos almas vagando por ahí, 
escapando de jugar, escapando de creer,
escapando de escapar, escapando de sentir.

Quiero tentar al tiempo y ser el dueño y señor,
de tus sueños en la mañana cuando ya no podés dormir,
y daría hasta mi suerte para llevarte lejos de acá,
para olvidarnos de todo y dedicarnos a reir.

Por eso hoy pretendo mostrarte mi debilidad,
para volver a empezar de cero por décima vez,
perdamos el ancla, naufraguemos en Madagascar,
quememos minutos que no vamos a recuperar.

Por que el tiempo, como es el tiempo, no tiene que ganar,
Por que el miedo, como es el miedo, no nos puede anticipar,
pues seremos lo fulgurante de vivir burlándonos del sol,
y festejemos que hoy nos dan un respiro más.









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