Reciprocidades.
Hoy parece que todo está puesto para mi asombro. Se ve a lo lejos su mano dándo vuelta páginas amarillentas que combinan con sus uñas color perla, y sus labios y su ceño se fruncen pero no pierde su aura de mujer atenta. Y yo la observo, y parece que ella se está dando cuenta. Se acomoda el pelo para que la vea mejor, ama ser adorada. ¿Y cómo si no? Es bien merecido. Mi cerebro se oxigena y las cosas que tenía para decir se perdieron en mi sien. Se abre paso entre las nubes un rayo débil de sol que va a parar directamente a pocos metros de ella y deja en evidencia que no soy el único que la está observando, perplejo. ¿Qué historias estará leyendo? Quizás sea ese tipo de libros de auto-complacencia que la ayudan a sostener su ego, o sólo sean historias que la hacen volar más allá de este mundo, y de mí. Un dejo de recelo inexplicable me infunde, pues está bien en claro que jamás será propiedad de alguien excepto del universo. Maldita inmensidad. Cerró el libro. Mi corazón dio un sal...