Llano.

Mi bestia se hizo alma, se guardó en la cueva bajo la lluvia para no volver a salir. La piedra vibra del miedo, y vos, tu boca, cianótica, azul huida de gotas que se esconden bajo el alféizar como una estampida gélida que aborrece derretir. Las sombras del vals húmedo quedaron grabadas en la pintura fresca de las paredes, impregnadas, hasta el final del día.
Yo en ese mundo de vos al resguardo cálido del algodón te vi mirar hacia el patio, con lágrimas y trémulos labios. No te puedo explicar el punto negro, final, imborrable, adentro de mí que punzaba lento y sádico. Pero la bestia se hizo alma otra vez, después de tantos días iracunda esperando una caída. Se escondió en la cueva, y volvió en mí lo "yo". Entonces te pregunté:

- ¿Sos siempre así después del sexo? A veces me da un pavor terrible tocarte, esperando el inevitable desarme. 

- No lo puedo evitar. Tampoco es que sea un roble. 

- Mmm... No te conozco de otra forma. Pero, ¿Por qué?

- ¿Por qué no me conocés de otra forma?

- No. Si te conozco, ¿Lo ves? No, obviamente no. Pero nunca me has preguntado por qué a veces me detengo, por qué a veces cuando estamos por llegar a lo máximo me detengo... Y te veo. Así como yo no te he preguntado por qué llorás. Por lo que te vuelvo a hacer la pregunta. ¿Por qué?

- ¿Y por qué te detenés?

- Porque soy más de conocer cuando miro que cuando hablo. Bah... "ser más" es poco. Soy un noventa por ciento así. Me da curiosidad, entonces te miro, porque el sexo con vos es eso. Una caja fuerte abierta por descuido, es tu máxima vulnerabilidad y es cuando tus ojos dicen mucho más que lo que me has dicho con palabras en todo este tiempo. ¿Te molesta?

- No sé... ¿Por qué esperás hasta casi el final para, como decís vos, verme? ¿Por qué no me ves antes? ¿No te has puesto a pensar que a lo mejor lo que me hace sentir tan falta de control es que me mires en el acto? 

- No me escuchaste bien. Te repito, sos una caja fuerte todo el tiempo salvo cuando te descuidas, y te olvidás de tu hermetismo. ¿Por qué llorás?

- Me molesta que tengas tantas herramientas que no conozco.

- Siempre me ha costado más que vos...

- ¿Qué cosa?

- Desnudarme.

- Al final sos más frío que esta lluvia de mierda.

- Nena... ¿Por qué llorás? Te hacés chiquitita entre tus hombros ahí, y te quedás. Hoy llueve, pero no te das una idea lo triste que es verte hacerlo cuando hay sol o cuando la noche está increíble. Contame... Tengo el valor para preguntártelo hoy, no sé si voy a tenerlo mañana. ¿Por qué llorás?

- Porque cada minuto con vos es un silencio, un silencio envolvente, en el que el mundo no tiene más ruido y lo único que existe sos vos. Respirando fuerte, y después crepitando la tela, la piel. Y me gustaría tenerte más allá de todo esto. Pero al mismo tiempo, pasa lo que pasa siempre, me abrazás un rato largo, me das un beso sutil, como para que me quede con ganas de más... Y te vas. Y ahí se destapona todo, y vuelven los autos, el viento, la lluvia, el tiempo, tic tac, tic tac. Hasta que volvés al otro día y me llevás de nuevo a este mundo soporífero en el que soy feliz. O al menos esta ilusión mía que duerme, y que es feliz. Entonces lloro, pero lloro de felicidad, o lloro porque te vas, o lloro porque no sé qué carajo se supone que tengo que sentir. Y probablemente llore en este momento porque por la cara que estás poniendo te estás muriendo de ganas de salir corriendo.

- No puedo decirte nada porque lo que sea que te diga me va a sonar banal. Así que me voy a quedar acá, quieto donde estoy. Hoy no me voy a ir. Pero me tenés que prometer algo...



- ¿QUÉ?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.