Celina
Conquistaste el amor, Celina. Ganaste y perdiste la sortija en los juegos del tiempo, y fue mediodía. Fue mediodía tu vida ahí. No me conociste Celina, pero acaso tu fugaz asistencia en ese pedazo de mi dimensión la cambie para siempre. Después te vi un largo rato mientras te sostenían en los brazos, te ponían un nombre, te enamorabas de la vida, y esquivando el fallido intento de comunicarnos con tu subclavia abriste las alas y renunciaste al dolor.
Renunciando al dolor ahí te vi, Celina, enamorándote de la vida.
Conquistaste el tiempo Celina, lo que pensaste ese momento. Y quizás lo viste a él esperándote al otro lado del velo con esa sonrisa que habías olvidado un poco y que descuidó tus fantasmas. A lo mejor hasta su abrazo fue cálido, viendo alguna que otra nieve y en una de esas sobreviviste al temblor.
Y yo acá Celina, atestiguando tus primeros pasos.
Y yo acá Celina, contando las veces que te rendiste, las veces que lloraste, la vez que te dijeron la verdad, cuando tu hija se tardó en llegar del colegio y esa Navidad en la que todo salió mal.
Cuando enfermaste yo no estuve ahí Celina, yo no estuve ahí, pero siento tu peso en mis hombros esta noche. Respiraste en soledad y meciste el olvido, te tapaste del frío con el negro nylon y nunca más te vi.
Conquistaste la distancia, Celina. Pendulaste en los bailes de la nostalgia y la pérdida.
Fuiste eterna, Celina, fuiste eterna en ese beso mortal. Al final del mediodía todos siguieron su camino y alcanzándolos a paso lento no te pude seguir.
Lo que amaste, lo que encontraste en este espacio de inmensidad. Aura de no volver, no sé si te diste cuenta que yo te sostenía el brazo. Sostuve tu brazo hasta el final, o al menos hasta algunos segundos antes.
Conquistaste el miedo, Celina. Me enseñaste a soltar.
Hoy sos foto sepia, un cuerpo de fugifilm que ya no duele.
Y yo no me olvido.
Renunciando al dolor ahí te vi, Celina, enamorándote de la vida.
Conquistaste el tiempo Celina, lo que pensaste ese momento. Y quizás lo viste a él esperándote al otro lado del velo con esa sonrisa que habías olvidado un poco y que descuidó tus fantasmas. A lo mejor hasta su abrazo fue cálido, viendo alguna que otra nieve y en una de esas sobreviviste al temblor.
Y yo acá Celina, atestiguando tus primeros pasos.
Y yo acá Celina, contando las veces que te rendiste, las veces que lloraste, la vez que te dijeron la verdad, cuando tu hija se tardó en llegar del colegio y esa Navidad en la que todo salió mal.
Cuando enfermaste yo no estuve ahí Celina, yo no estuve ahí, pero siento tu peso en mis hombros esta noche. Respiraste en soledad y meciste el olvido, te tapaste del frío con el negro nylon y nunca más te vi.
Conquistaste la distancia, Celina. Pendulaste en los bailes de la nostalgia y la pérdida.
Fuiste eterna, Celina, fuiste eterna en ese beso mortal. Al final del mediodía todos siguieron su camino y alcanzándolos a paso lento no te pude seguir.
Lo que amaste, lo que encontraste en este espacio de inmensidad. Aura de no volver, no sé si te diste cuenta que yo te sostenía el brazo. Sostuve tu brazo hasta el final, o al menos hasta algunos segundos antes.
Conquistaste el miedo, Celina. Me enseñaste a soltar.
Hoy sos foto sepia, un cuerpo de fugifilm que ya no duele.
Y yo no me olvido.
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