Voluntas ut ratio.

Época de niebla, qué lindo es curarme del olvido y volver a encontrarme una vez más. Una burbuja de mil cosas en la garganta que se licúa, se hace lágrima, se hace otoño. Se descama de la piel este recuerdo y se vuelve calle, se vuelve infancia. ¿Por qué tan lejos? ¿Y cuánto más para tu frío de nuevo quebrando mis pestañas?

Cuentos de ser desconocido, cuentos de hurgar en las costumbres de las siluetas no-mías y chocarme con vos en alguna intersección del microcentro. Rasgarte la espalda, cubrirte de mundo, quererte en el vaivén de los que quieren, sin dar explicaciones. Pero volver al otro día a ser este que estoy obstinado a ser siempre que vos navegás las hojas del perdido mapa, a la distancia. Y esta escama que se hace calle se aplana y yo corro, y corro y te beso al pasar, y vuelvo a creer que al menos por este segundo sos susceptible de pertenecer, quizás, a un rincón del mundo en donde todo se entiende mediante los labios. Y vuelvo a pensar que vos lo sabés pero te cuesta creer en este mundo que te mencioné tantas veces, aunque también buscás quererme en el vaivén de los que quieren.

Sucede que vengo escapando de una tormenta amor, y siempre hay cosas que van pegadas a las cotidianas amarguras y tiran de lo trágico con la modorra de los principios. Siempre te paralizó la primera vez, primeras veces de todo. Le das para adelante a pesar de que la correa te va dividiendo el hombro en un occidente y un oriente separados de celofán metálico rojo y brillante, río sangrante, que se escapa de algún sitio de tu rouge hasta allá abajo donde en algún cuello te olvidaste un charquito de perfume.  Se suma así otra noche en el ábaco y ya no me acuerdo cuántas veces me engañé con una piel y el lunar, como puerta infernal, que usás para enseñarme que no hay intimidad que haga del hombre un ser boludo, idiotizado, salvo cuando en realidad si lográs idiotizarme con tus pupilas cuando son de lago y no descansan.

Camino en la histeria estacional y me sopla el vendaval como si rasgara un bemol, acariciando el derrumbe de las viejas voces y las tejas magistrales, retintín de zonda. Sabiendo que ésta es la destrucción de los tipos como yo voy a verla, porque ella baila tan hermosa estos días y vos estás tan ausente. La conocí riendo, saltando los tronquitos que le dan ese envalentón de bosque a las acequias… ¿O serán los sauces? Lo cierto es que le puse un dedo sobre los labios y cerró los ojos, como hacías vos cuando dejábamos caer el peso de los dos sobre nuestras frentes. Después nos vimos bien mientras despertábamos, iniciando una conversación regida por el atropello de palabras, jadeando, tratando de recuperar los plenocuerpos nuestros que por las noches perdemos, o simplemente mío, cuando pasa la última ola de malbec por mi garganta y ella empieza a bailar sobre mi abdomen.


Sin embargo hoy, de lo único de lo que estoy seguro es que soy de tus muertes y tus sincericidios, quizás no tanto de los de ella, y que aún después de la silenciosa despedida me sirvió de algo tu presencia acá, en las cosas del día a día, en las siestas en las que vos y tus labios no eran más fuertes que alguna novedad manchada en el especiero. Es lo que uno evita en las infecciosas calles de las memorias, aunque nunca tanto como las canciones. Ayer me retumbaba el escarmiento de no asociar la música, cual llavero, a todos los espejismos tuyos en esta Mendoza tan confundida. Si tengo la suficiente expectativa de quemarme de valor para respirar hondo y sacar ese pasaje a la luna o a lo mejor solamente hasta la calle Pellegrini donde alguna vez te agarré la mano. El niño en el mundo niño, lo que fui, los domingos en lo de Claudia y cuánto tiempo hasta que te di ese beso corto con gusto a malvón. Y este Mayo la ciclopía del que se engaña a sí mismo puede tener las riendas del caudaloso acierto llegando a Paso de los Andes embistiéndote, y al embestirte limpiarte a la vez del mal humor con el que te he visto decirme las cosas más aterradoras de la mismísima existencia humana, como la de “justo estaba pensando en vos”.

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