Planeta.

Yo no sé si he crecido, no sé si ha crecido este planeta adentro mío tan distinto al que fue alguna vez. Está pegado el planisferio en la pared de mi cuarto y está marcada en verde la ubicación exacta donde me vi a mí mismo y entendí el asombro de las horas, la adrenalina dulce en la garganta y la orquesta del tiempo. Se hace fuerte Carfax, casi tan real como vos. Ímpetu poligonal de las tantas direcciones sobre una misma calle emparchada y vieja. Los scons y el cream tea, lábiles tardes atenuadas fuera del nido. Las aventuras de los adoquines y el punting, maldito punting, encallado en un barro del fondo, soltando burbujas marrones. Riendo las futilidades, siempre acordes a la diligencia de la juventud. El silencio de un café cargado, verdugo del frío y de las palabras que a nadie le cambian la vida pero taponan las urbanizadas esquinas del hartazgo. Los cheers del bus driver y Ben's Cookies. Los topless de las ladies con sus pechos persiguiendo austeros rayos de sol. Las escupidas de los gentlemen sobre los canteros. La danza de la vida y la muerte y la simultaneidad tentadora de los abrazos y el sexo. Vos quejándote como las gaviotas, limando mi paciencia a sacabocados. Un poco de crueldad y otro poco de melancolía pero siempre junto a mí, alma hermana, narices chorreantes, orejas rojas, mordiéndonos los labios en los recreos de los desacuerdos. Es que extrañás tanto el zonda, yo no entiendo cómo es posible. Los libros de las horas, los libros de los días. Ya son veinte años en este ángulo del mundo del que salimos cuando entramos y entramos cuando salimos. Un planeta adentro mío y adentro tuyo. Un planeta igual para los dos pero diferente todo el tiempo.

Aún así hoy me extraña esta alternancia en la que los mensajes interfieren con los cuerpos. Y recuerdo a Ernesto hablando de un túnel que los dos recorrían sin verse. Supiera tu alma que viaja maniobrando entre la pared que es mía y que se continúa con la tuya pero muchos bloques después, sentiría en sí este mimetismo fractal que une los dos extremos de una caricia necesaria para ser más una realidad que un anhelo. Cualquiera sea el planeta que hoy movés a tu órbita, le pareció casi imposible a mi mente no pensarte, facultad incomprensible del sabio llorón. 

¿Y si te empiezo a extrañar? Aunque hoy por hoy sean mis ojos los que extrañen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Argia.

Son horas.