Ese pozo pupilar hacia el alma.

Podría volver, y volver con esta imagen que queda en mi mente porque es como si supurara desde las heridas del centro. Movimiento elíptico de cuerpos que brillan y dejan desbaratada toda soledad. ¿Por qué? Si mañana se olvida y queda como un vaho nocturno perecedero y final. Pero mírá cómo se demandan a sí mismos la danza eterna de miradas y voces en eco con las que pagan y cobran la continua ilusión. Y para ellos quizás hoy nazca un niño, o se descubra una verdad. Y para vos, que no pudiste ver, para vos no existe la belleza en un despertar. Firme vástago del alud citadino te pienso tanto, pero ya no es tan fuerte la tendencia a hermosear la idea como lo es a abrir (nos) camino en este nuevo episodio de los desasosiegos humanos y permitir (nos) este nuevo encuentro que quema con sus hielos y sus relojes inajustables. 

Hoy que nos vemos te pido que sean minutos sin frío. Libros del pasado se amarillentan y pudren. Somos los hijos pródigos de la novedad.

Estamos acá, ahora, y hay palabras que decir.

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