Monolito.

Paso las fotos nuevamente porque son el monolito intacto que sobreviene a los años, y hoy soy uno que ve aquellos días como si hubiera sido el real yo, y el de ahora un bronce oxidado a verde que se impone sobre las ruinas de una ciudad que alguna vez caminé y a veces olvido. Una Estatua de la Libertad con los conceptos de libertad cambiados, o "adaptados", así a esta ley de la selección natural y de la dinámica y de la paciencia.

Ya curé ese miedo al mundo y lo sellé con apetito, de modo tal que apenas llega el miedo se retrae por su mismo miedo a ser devorado. El miedo del miedo.

Y es que a veces no entiendo por qué me las ingenio para fijar razones incompletas que hacen que no pueda moverme de acá, con las inmensas ganas que tengo de moverme hacia allá.

Me calmo en las noches del capricho de la imposibilidad con la idea de que sólo conocí lo bueno y que me faltaron manillas en el reloj para llegar a encontrar el caos, el alma, cuerpo y tormenta de los tejados y el hierro. Pero sí recuerdo haber conocido la humedad, y haber especulado lo que escriben los poetas cuando se pierden en alguna de sus calles.

Decís hoy, tantos soles después, que hasta pensaste en mí cuando yo veía lo que veía. Nunca tuve el valor de confesarte que cartografié un mapa mental de los cafés y bancos de la ribera adonde prometí llevarte alguna vez. Que conociste la soledad impensable cuando me marché y que te habías ido cuando regresé.

Y será acaso la razón primordial de mi distancia cuando intuí que ya llegaste a vos, y que yo ya llegué a mí, y que llegamos sin necesitarnos.

Pero es que hoy pienso tanto en vos que el mapa se aparece refulgente en el jardín nervioso y los lugares y rincones hacen eco y relieve en él, mostrándome que todavía nos esperan... Si nos das la oportunidad.

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